Terminando el viaje por los ríos, sintieron el agua era la columna vertebral del valle.+
Edurne e Iruzki corrieron junto a los petirrojos. Vieron desgarros en los troncos de los árboles. Rastros de sangre, de lágrimas, de desesperación. Rastros recientes. Como si Juan hubiera creído que ese era su territorio. Como si Juan hubiera creído que Iruzki era su presa.
-Juan nos habrá estado siguiendo. No os tenía que haber puesto en peligro. Lo siento...- Sollozaba Iruzki.
-No te disculpes. No conozco la historia pero sé que no eres responsable de sus reacciones. Ahora lo más importante es alejarnos de él, terminar el viaje y ponernos a salvo- le dijo Edurne.
-¿Cómo vamos a llegar a Ituren sin que nos vea?
-Te puedo llevar más rápido si vamos por el agua. ¿Puedes poner en práctica las respiraciones? –dijo Edurne en voz baja.
Iruzki se sumergió en el agua del río, llevaba la humedad del valle y de los ríos con todas aquellas curvas, riachuelos y cascadas. Cobijada en el abrazo de Edurne no sentía el dolor de los gritos cortantes y lejanos. Respiraron hondo. Se sumergieron y nadaron acompañadas por el musgo, los helechos y los alisos. Ahora empezaba a conectar consigo misma y con la naturaleza, empezaba a sentirse cómoda.
Nadaban en su amiga el agua. Iruzki comprendió por qué tenían que hacer el viaje por los ríos. El agua era el elemento vertebrador de la vida de aquel valle, de los pueblos, de su alimentación, de su economía y de los oficios. Era importante sumergirse. Al coger aire podía disfrutar del cantar de los petirrojos que le acompañaban y, poco a poco, comenzó a respirar el olor de la madera. Ya se acercaban a los pueblos.
-Juan nos habrá estado siguiendo. No os tenía que haber puesto en peligro. Lo siento...- Sollozaba Iruzki.
-No te disculpes. No conozco la historia pero sé que no eres responsable de sus reacciones. Ahora lo más importante es alejarnos de él, terminar el viaje y ponernos a salvo- le dijo Edurne.
-¿Cómo vamos a llegar a Ituren sin que nos vea?
-Te puedo llevar más rápido si vamos por el agua. ¿Puedes poner en práctica las respiraciones? –dijo Edurne en voz baja.
Iruzki se sumergió en el agua del río, llevaba la humedad del valle y de los ríos con todas aquellas curvas, riachuelos y cascadas. Cobijada en el abrazo de Edurne no sentía el dolor de los gritos cortantes y lejanos. Respiraron hondo. Se sumergieron y nadaron acompañadas por el musgo, los helechos y los alisos. Ahora empezaba a conectar consigo misma y con la naturaleza, empezaba a sentirse cómoda.
Nadaban en su amiga el agua. Iruzki comprendió por qué tenían que hacer el viaje por los ríos. El agua era el elemento vertebrador de la vida de aquel valle, de los pueblos, de su alimentación, de su economía y de los oficios. Era importante sumergirse. Al coger aire podía disfrutar del cantar de los petirrojos que le acompañaban y, poco a poco, comenzó a respirar el olor de la madera. Ya se acercaban a los pueblos.